jueves, 9 de diciembre de 2010

Adiós a la escuela

Rafael
Ayer fue mi último día de clases de la maestría. La verdad me puse un poco sentimental, tal vez un poco más de lo que yo esperaba. Cuando dejé la prepa, fue triste, pero también fue liberador. Liberador porque estudié en la misma escuela desde el kínder hasta el último año de la preparatoria. No me puedo quejar, los mejores años de mi vida los pase en ese lugar de madrecitas, ahí conocí a mis mejores amigas. Cuando entre a la universidad por primera vez, fue muy emocionante, me excitaba la idea de conocer gente nueva. Sin embargo, convivir con la gente del Opus Dei se volvió algo cansado. Cuatro años viaje hacia Mixcoac, terminé la licenciatura en filosofía, de la cual no aprendí mucho, con una generación de doce personas, de las cuales me lleve un mal sabor de boca lleno de chismes y envidias. Lo único bueno que me dejó la UP fue a mi novio.
Ahora, después de un año de diplomado y dos de maestría, he terminado el posgrado en Santa Fe y no puedo evitar estar nostálgica. Voy a extrañar a mis maestros queridos, incluso extrañaré a Barrios, los días de angustia en los coloquios, el estrés en cada curaduría, a mis amigos y las increíbles pachangas que armábamos después de clases, los ladrillos rojos, los laberintos en la hermosa biblioteca Xavier Clavijero, los té chai del café sociaty, el cubo, el trébol, la cafetería de los pobres, a la secretaria, las risas en cada clase, las comiditas con artistas, los autorretratos de Mónica, el vinito en plena clase, el Big Yellow, a Pancho y las mariposas, a los fresas, a los freak, a la explanada, el tráfico en el estacionamiento y un montón de cosas más. Decir adiós a la Ibero me deja con un dejo de tristeza. Pero como este año me ha enseñado que B no sucede sin A, pronto estaré de regreso en mi querida Ibero.

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