miércoles, 3 de noviembre de 2010

Rebis

Dios separó a Rebis, la pareja alquímica, mitad hombre mitad mujer. Ahora la luna busca al sol, lo frío a lo caliente, lo húmedo a lo seco, y el agua al fuego. En algún punto del universo, en el momento de girar la tierra, del paso de los años y del tic tac de las manecillas del tiempo, él y ella se unirán de nuevo. Los alquimistas juran que cada quien tiene su unión armónica entre las dimensiones opuestas de la realidad. Sin embargo, el polvo cósmico impide encontrarlo con facilidad. Sólo unos pocos son recompensados por Eros y llevados al santuario de Venus. No sé si los treinta y seis decanos han apostado por mi suerte. No sé si el hombre que tengo a mi lado sea mi opuesto-complemento. No sé si Zeus me ha engañado cual vil Leda. A veces pienso que mi castillo de Babel minimalista me entregará a Saturno dejando sordos mis oídos sin poder comprender el mensaje de Mercurio. A veces la leyenda es tan cierta que me creo Helena en brazos de Troya. Danzando y bailando con Paris sobre la tumba de Héctor. Mis días de otoño han llegado con gloria, tanta que me parece incierta. El mes de octubre terminó, y noviembre persigue la promesa que en un mes de enero anunció con un anillo. Aceptar sin saber si es tu opuesto-complemento es complicado, hay que lanzar una moneda al aire y esperar que la cara brille con el sol.
Sé que soy feliz a su lado. Tal vez yo nunca sea agua y el nunca sea fuego. Tal vez nos toque vivir la muerte mágica por mal de Eros. La muerte del beso. Por el momento no dudo de la magia que existe entre los dos, esa magia que nos vuelve uno cada vez que nos abrazamos, cada vez que nos besamos, cada vez que dormimos juntos entre los gatos, cada vez que rompemos vientos entre las sábanas llenas de hojas y huellas cafés, cada vez que nos tocamos con los ojos y nos tomamos de la mano.

Se me antoja mandarle un beso y decirle te amo. Esperé a que él me llame y le contaré mi día entero. Le diré que quiero las paredes beige y llenar mi castillo, en diciembre, de navidad.

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