jueves, 18 de noviembre de 2010

Roja como tomate

Warhol
La semana pasada me presente en dos coloquios sobre arte. Me di cuenta que aún me sigo poniendo nerviosa. No lo puedo evitar, mi pálida piel se sigue tornando roja cada vez que tengo que hablar frente a un auditorio de más de veinte personas. Una hora antes de presentarme ante una audiencia, que considero exigente, siento que mis manos empiezan a mojarse y mi estomago empieza a revolotear como si estuviera en un juego de té. Cuando llega el momento de hablar, la sangre me hierve y, poco a poco, se traslada desde mis pies hasta mi cabeza, para concentrarse en mi rostro. Recuerdo que, cuando estaba en la licenciatura tenía un profesor que le encantaba molestarme. Cada vez que me preguntaba algo me decía: “Ponte roja y contéstame…”. En ese instante me volvía tomate. Desearía no ponerme nerviosa. Pero es imposible. Ciertamente, me gusta ponerme como tomate porque creo que me veo linda y a todo mundo le gusta como mi piel cambia de color de un momento a otro; algunas personas me han dicho que cuando me vuelvo tomate me veo más inocente y tierna. No está padre ser una persona nerviosa y, tal vez, no esté padre volverse tomate. Creo que, más bien, merezco unas vacaciones en la playa para que el sol pinte mi blanca piel de rojo, y pueda relajarme después de una semana llena de coloquios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario