Han pasado varios días desde que te fuiste. Tu partida
telefónica me dejó con el recuerdo de un dulce deseo. Sé, porque me lo dijiste
una vez, que tú y yo no seremos otra cosa más que el triste recuerdo de lo que
pudo ser. A veces creo, que tu
figura me la invento. A veces pienso que las mejores conversaciones bajo la
luna, las tuve mientras recordábamos nuestros planes a futuro: un par de
visitas a Madrid, una ventana en París, y un paseo en Viena tomados de la mano.
He pensando en todas aquellas promesas que nos hicimos mientras besábamos
nuestra sonrisa al viento; mi cuerpo enredado al tuyo, tu piel sudando hasta
que no quedaba aliento.
Te he pensando tanto, que me asusta saber que aún vives en
mis pensamientos. Tu figura encantadora sigue rondando por mi habitación
mientras duermo. Te pensé asunto olvidado, pero al verte de nuevo mi universo
colapso. Oírte reír por mi cantar, aullido de luna, me hizo recordar tantos
paseos incompletos. Hoy te he pensado tanto, que me asusta engañarme constantemente.
Sé que no volverás, que me pediste cerrar esa historia que se destruyó en un
abrir y cerrar de ojos, que se perdió entre los suspiros y el llanto por
nuestras perdidas: mis padres, tu hijo. Se perdí entre mis cuentos, tu
historia, mi línea del tiempo, tu paso por la guerra, mi autismo, tus arrebatos
de celos, mi interés perdido, tu falta de fe, mi absurda inseguridad, tu explosión,
mi olvido, tu olvido, te olvido.
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