miércoles, 20 de noviembre de 2013
jueves, 19 de septiembre de 2013
¡Disney, a veces, tiene razón!
La lluvia no ha dejado respirar la tercera estación del año,
esa que se viste de morado y deja destellos maple en las calles. El viento frío
sigue soplando con dejos de hartazgo y un par de copas de cristal llenas de
sangre purpura. La brújula de mi destino sigue imantada en el mismo puerto. Por
más que intento dejar un posdata nunca vuelvas, sigo soñando con la brisa
cálida de mi hechicero. Su nombre sigue
visitando mi almohada cada noche y mis días siguen el ritmo cotidiano del
latido de su corazón. Busco entre las gotas de lluvia el arcoiris que me
muestre el camino correcto. Las notas de su aroma siguen sorprendiéndome,
recorren cada milímetro de mi mundo. ¿De qué manera viaja tan rápido en mi
mente? Será por cada palabra, cada acción, cada momento que comparte conmigo
que hace vibrar mi ser.
He amado, he escrito notas, he leído historias, bailado y
viajado en globos de colores, recorrido ciudades, he llorado y reído, he
dormido tomada de la mano y acariciado sueños junto alguien más, pero nunca me
había embriaga la sensación de sentirlo como mi compañero de viaje. Disney
engaña, pero la intuición no se equivoca. ¿Por qué lo siento tan mío? ¿Por qué
siento que su alma conoce a la perfección la mía? ¿Por qué por más que intento
dejarlo, no puedo? ¿Por qué siento que él no quiere dejarme ir?
Mi realidad se escapa con mi razón. Vivo en una burbuja que,
tal vez, se reviente. Pero mientras mi historia se cuente, aunque sea de manera
abrupta, seguiré caminando a su lado. Seguiré construyendo mi sueño a su lado,
esperando que deje de ser sapo y se convierta en mi príncipe para decir:
¡Disney, a veces, tiene razón!
lunes, 9 de septiembre de 2013
domingo, 11 de agosto de 2013
De mí para él
Creo que sólo me acerco aquí para contar mis tristezas, para
mostrarles mis desesperanzas, mis pesares, mis lágrimas escurridas en el
teclado. Más que nada este espacio se ha vuelto una ventana para contarles lo
que quisiera decirle a alguien más, con la única esperanza de que lo lea y me
deja una respuesta. Anoche, más bien, toda la semana he cargado con millones de
fantasmas, millones de ideas absurdas que no logro entender. Y me ha dolido el
cuerpo, las entrañas, el pesar, el hambre. He querido salir corriendo de este
mundo, he querido gritar a los mil vientos que ya estoy cansada de seguir en
este rumbo que no vislumbra más que una puerta que jamás, por más que intento,
logro abrir. Ayer repté las cuatro paredes de esta habitación que no es mía,
vomité con sangre el dolor, tal vez sean los pedazos de un órgano que cada vez se hace
más pequeño. Ayer pensé tanto, tanto que me pesó el alma sobre el cuerpo. Me he
quebrado, me he vuelto a sentir una mujer a medias, una mujer incompleta.
¿Desde cuándo me quedé tan vacía?, ¿desde cuando fui escupida por el hijo de un
dios?, ¿desde cuándo quise amar tanto que me he lastimado por intentarlo?
Ayer el fracaso tocó a mi puerta. Ayer me di cuenta que
siento un rencor infinito por aquel que me dejó por alguien más. Me siento maldecida
por él; siento que me dejó marcada, y cada vez que lo intento, cada vez que doy
un paso adelante, vuelvo a sentir la cuerda que no me deja caminar. Quisiera
topármelo, charlar con él y decir: “Hey, ¿cómo lo hiciste tú?, ¿cómo lograste
hacer de un día para otro, lo que yo no he podido hacer en años? ¿Cómo lograste
conquistar a alguien más? ¿Cuál es tu secreto? ¿Me podrías decir cómo deshacer este nudo para yo poder seguir mi camino?” Tengo tantas ganas de decirle que me he
enamorado perdidamente de alguien que al pareces yo no soy la fuente de sus
suspiros, que al pareces yo no soy la que le roba los sueños. Quisiera pedirle que me aconseje, de amigo a amigo, y que me diga qué debo hacer para quedarme
con este chico que me quita el aliento cada vez que lo veo. Quisiera decirle
que, por favor, vaya y le diga que puedo ser una excelente compañera, que
durante los cinco años que vivimos juntos él fue feliz a mi lado, que le cuente
mis defectos, y mis virtudes, que le diga que por las noches me gusta dormir
tomada de la mano y que me gusta enredar los dedos en el cabello de quién esté
junto a mí, que tomo el café sin azúcar, y que me gusta que me escriban y que
me lean cuentos, que me encanta hablar de arte y que los gatos me vuelven loca,
que vivo en un universo paralelo lleno de colores y que me va bien el rosa, que
preparo un excelente espagueti y que soy pésima jugando videojuegos, que me da
por llorar cuando está lloviendo, y que me gusta utilizar aretes extraños, que
no sé usar tacones y que las flores son mi delirio, que me gusta reír, en
especial si me hacen cosquillas, que me encanta el cine de arte y que siempre
sueño con los ojos abierto, que los aromas me encantan y que cuando dejo mi autismo de lado, hablo hasta por los codos, que pierdo jugando a las cartas y que me gusta coleccionar peluches. Quisiera que le dijera que, por favor, me haga
feliz por cuestión de justicia. Quisiera que le dijese que no fuera tonto, que no pierda más su tiempo, que aquí estoy yo,
perdidamente enamorada de él, enviciada con sus ojos y con el olor de su cuello. Que
todas las noches sueño con volver a tenerlo en mis brazos, que me imagino un
mundo a su lado, que anhelo ver su sonrisa y que daría todo por volver a tocar
sus labios. Quisiera que le dijera que yo soy tan feliz al verlo, como Alinka
es feliz al ver a Farah.
sábado, 9 de febrero de 2013
¡Carajo, cómo me gustan los artistas!
Hay veces en la vida en las que uno necesita tocar fondo
para darse cuenta de la mierda en la que se está caminando. Y por más señales
que la vida te ponga enfrente, insistes e insistes en seguir topándote contra
la pared. Pa ´colmo de mis males, está es la triste historia de mi vida,
insisto e insito en tratar de verle las cosas buenas a la vida, verle el lado positivo a la gente. Sin embargo, ya
llegué a mi límite, ya toqué fondo, ya estoy hasta el tope y hoy he gritado un
millón de veces “¡al carajo!, ¡a la chingada todo mundo! (una disculpa a mi único
lector, pero no mames, hoy sí tengo ganas de decir mil groserías y mandar a
todo mundo al carajo. Sí al carajo y a la mierda y qué y qué y qué).
Sin embargo, siempre existen esos pequeños puñados de
personas que te hacen ver las cosas de otra manera, personas que te dicen “con
calma, respira profundo”. E incluso, existen esas personas que te sacan de la
mierda y te dicen “con calma, respira profundo que yo ahorita te cuido”.
¡Bendito Dios que existen esas personas! Hoy, a pesar de haber pasado el coraje
de m vida, una decepción, de esas que calan los hueso y le dan un putazo al ego,
de esas que dices “¡puta madre, lo sabía!” (de nuevo, mil disculpas por mi
hermoso y colorido lenguaje), aparecieron ese cúmulo de personas: mis amiguitos
adorados, y por supuesto, no es porque los haga de menos, mi nuevo objeto de
deseo, llamado V. Con él me doy cuenta, seriamente, que tengo un liguero
problema con los artistas (mi único lector, ahí te va el breviario cultural: V
es un artista con el cual estuve trabajando una temporada. Por suerte renuncié
porque sino en este momento no seríamos lo que somos, si es que somos algo
–llámese como se quiera llamar-). Volviendo al asunto, este tipo V, a pesar de
mi enojo, de mi gripe mortal, de mi migraña y mi sueño roto, me ha hecho la
noche. He pasado una vela excelente, en un lugar escondido de la ciudad. La
charla ha sido maravillosa, el encanto de sus manos tomando mi cabello para
atravesar la línea que separa el rose de unos labios rojos sedientos por probar
el lenguaje de una tierra nueva. ¡Oh mi Dios!, ¡Oh dios!. Por un momento, todos
mis sentimientos contenidos, mis enojos, mi tristeza se fueron borrando. Mi
piel empezaba arder al descubrir su piel, una piel nueva, una piel suave y
morena. ¡Carajo! ¿qué tienen los hombre de piel morena que me vuelven loca?
¡Carajo! ¿qué tiene los artistas qué siempre me llevan a las nubes con un solo rose
de piel?...¡Carajo, llego a casa y vuelvo a emputarme! Veo un pinche coche
blanco afuera de mi garage y digo ¡bendito dios por quitarme la “mierda” de los
ojos!
miércoles, 6 de febrero de 2013
Al hacer maletas...
No sé cómo empezar estas líneas. Me vienen tantas cosas a la
cabeza; tantas cosas qué decir. Casi es media noche y aún sigo despierta,
meditativa, esperando que el dulce beso de Morfeo llegue a mi lecho azul. El
día de hoy ha sido uno de esos días en que uno corre, hace, sube, baja, va y
viene, y al final se siente como si no se hubiera hecho nada. Sin embargo, el
cansancio pesa como pesa el mundo sobre la espalda de Atlas.
Acabo de recibir una llamada, de esas llamadas que te dejan
un mal sabor de boca, una llamada que removió antiguas heridas y me hizo
recordar acontecimientos que creí asunto enterrado. La situación es la siguiente: mi amiga decidió tomar un
nuevo rumbo a su vida. La brújula, que ella creía rectora de su destino, dejó
de funcionar. La eminente separación entre ella y su actual pareja se hizo
presente. Entre lágrimas, mi amiga hará las maletas esta noche. Dejará
recuerdos, besos, caricias, sueños, planes, bailes, estrellas, conciertos,
películas e ilusiones. Empacará todo aquello que le sirva y le venga bien a su
nueva vida. Desafortunadamente, como siempre lo he dicho, ¡así las cosas!.
Ella, mientras guarda el cúmulo de años con su pareja, se siente devastada,
cansada, exhausta, pero sobretodo, se siente culpable de dejar al otro y sus malos
momentos. Se siente culpable por el otro, se siente culpable por ser ella la
que decidió que no habrán más historias que contar. Se siente culpable por ser
ella la que rompe el sueño.
Al colgar el teléfono me vuelve aquél sentimiento idiota que
tanto odio: la nostalgia. Por momentos mis lágrimas acompañan las suyas.
Recuerdo y me acordar más de todo
aquello que me ha hecho llorar. Mis lágrimas no comprenden las de ella,
comprenden las de él. Porque en el fondo sé que siempre he sido yo la que ha
hecho las maletas, pero las he hecho porque me lo han pedido, porque alguien
más me dijo que ya no habrá más historias que contar. ¿Será que existimos seres
destinados a nunca ser los remitentes de la carta? Por el momento, soy ese
no-remitente, soy ese Hilda dos puntos, soy ese posdata no me busques. Y tal
vez, suene melodramático, pero así las cosas. Así me ha pintado la vida.
Hoy después de mi té de media tarde con mi terapeuta,
descubrí que mi daño colateral se escribió cuando me dividí al perder a mis padres,
previó a eso, el gancho al hígado que K me dejó. En ese momento me perdí en el
camino. Dejé de sentir, de respirar y, aunque no lo parezca, me propuse no
sentir más allá de la razón oculta en un pequeño rincón de mi mente abrumadora.
Empecé a querer dar todo de mí, a buscar y a exigir lo que había perdido. Decidí que estaba dispuesta a rogar, a
suplicar, a implorar por el amor que me habían quitado. Con pequeños parches quise tapar el
enorme hueco que me habían dejado. Sin embargo, en esos momento de querer zurcir
las heridas, no he podido dejar que los hilos penetren la piel del alma desnuda. Aún
trato de buscar un estabilizador, un ancla que me permita embarcar en un
puerto. Paso a paso logro olvidar todo el daño que me causaron los últimos años
de mi vida. Poco a poco me
acostumbro a mi pequeña mascota de nombre Alinka, y trato de no recordar,
aunque empiezo a buscar, a los pequeños gatitos que en su momento marcaron mi
vida…pero esa es otra historia. Otra historia que empacar.
jueves, 31 de enero de 2013
He pensado tanto en ti, que juraría que te extraño.
Han pasado varios días desde que te fuiste. Tu partida
telefónica me dejó con el recuerdo de un dulce deseo. Sé, porque me lo dijiste
una vez, que tú y yo no seremos otra cosa más que el triste recuerdo de lo que
pudo ser. A veces creo, que tu
figura me la invento. A veces pienso que las mejores conversaciones bajo la
luna, las tuve mientras recordábamos nuestros planes a futuro: un par de
visitas a Madrid, una ventana en París, y un paseo en Viena tomados de la mano.
He pensando en todas aquellas promesas que nos hicimos mientras besábamos
nuestra sonrisa al viento; mi cuerpo enredado al tuyo, tu piel sudando hasta
que no quedaba aliento.
Te he pensando tanto, que me asusta saber que aún vives en
mis pensamientos. Tu figura encantadora sigue rondando por mi habitación
mientras duermo. Te pensé asunto olvidado, pero al verte de nuevo mi universo
colapso. Oírte reír por mi cantar, aullido de luna, me hizo recordar tantos
paseos incompletos. Hoy te he pensado tanto, que me asusta engañarme constantemente.
Sé que no volverás, que me pediste cerrar esa historia que se destruyó en un
abrir y cerrar de ojos, que se perdió entre los suspiros y el llanto por
nuestras perdidas: mis padres, tu hijo. Se perdí entre mis cuentos, tu
historia, mi línea del tiempo, tu paso por la guerra, mi autismo, tus arrebatos
de celos, mi interés perdido, tu falta de fe, mi absurda inseguridad, tu explosión,
mi olvido, tu olvido, te olvido.
viernes, 25 de enero de 2013
Quimérico nocturno
En una noche oscura, llena de gélidas preguntas más que de
estrellas, desperté enredada en los brazos de Morfeo. Decidida a dejar el
cuerpo de mi amante nocturno me levanté de la cama y caminé a través de la
habitación azul. Todo estaba tenebrosamente en silencio. La piel de mis pies en conexión con
todo mi cuerpo se estremecía al deslizarse por el helado pasillo. Una pequeña
ráfaga de viento levanto mi delgado vestido nocturno, más blanco y trasparente
que mi piel desnuda. Sigilosamente abrí la octava puerta. Mi respiración se
aceleraba y rompía la armonía de los acordes de una noche fría de enero. Al
fondo de la habitación, entre una ventana y un reloj que marcaba la hora
veinticinco, encontré un cuerpo recostado en una cama obscura, más obscura que
una noche sin estrellas. Mi mano derecha tocó sin querer, como atraída por
necesidad, la piel ardiente de quien dormía en esa habitación. Mis delicados
dedos recorrieron cada centímetro de ese cuerpo robusto, despojado de todo lo
que no deja ver la pureza del ser humano. Mi respiración se hizo más pausada
mientras veía ese cuerpo retorcerse al ritmo de un delicado y profundo suspiro.
Mi piel sintió un ligero escalofrío al sentir una mano tibia entre mis piernas.
Una mano que descubría el manto sedoso de mi piel. Una mano firme y tímida a la
vez. Arrebatada por una sensación alucinante, sentí como ese cuerpo desnudo se
levantaba de su lecho nocturno y recorrió con besos helados mi espalda
caliente. Sus brazos ataron mi frágil cuerpo a su cuerpo. En un millón de
viajes en el tiempo, más rápido que la luz, mi cuerpo se fue deshaciendo. Al
termino de un beso me recostó en su pecho. Cansada por el baile de Diana y
Apolo, me quede dormida en los brazos de mi nuevo amante. Celoso Morfeo,
arrancó de mis sueños esa dulce morada. Lastimada por cupido desperté en medio de un océano de llanto.
miércoles, 16 de enero de 2013
Como todo en la vida
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