
Hace un par de años visité una excelente exposición en el Museo Rufino Tamayo. Era una exposición llena de encanto y de magia. La mano de la artista se mezclaba con el dibujo, sosteniendo imágenes representadas en el espacio imposible entre la línea y la pared sobre la cual se había dibujado. La combinación del dibujoy del objeto dentro del espacio fotográfico aludía, en última instancia, más a un diálogo de repertorios formales que a la magia del diálogo irrealidad-realidad. Al mismo tiempo el diálogo se hacía entre los mismos objetos y con el espectador. En un juego en donde los juguetes y objetostomaban vida y nos trasladaban al mundo de lo infantil. La obra que podía terminar en un sentimentalismo atroz, funcionaba gracias al humor. Las obras de Liliana Porter, presentadas en el Museo Rufino Tamayo, aunque sin sonido, eran escuchadas. Eran conversaciones secretas, cuchicheos expresivos, soliloquios meditativos que nunca entenderemos completamentepero que, por los fragmentos que nos llegaron, sabemos que nos concernía.
Aquí un poco de la obra de Liliana Porter.
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