martes, 1 de febrero de 2011

Dulce Té


Me encanta la idea de saber que no te gusta el café y qué prefieres una taza de té. Un té de durazno que se desliza por tus labios y me ofreces un poco del dulce néctar que aún no he probado y muero por probar. Me encanta la idea de planear todo para ir a la esquina del té y terminemos recorriendo tres metros de Reforma en bicicleta para llegar al 222 a pie. Tu sonrisa me lo dice todo. Entramos a la sala oscura donde nuestras carcajeas contagian a las únicas dos personas que nos acompañan tres metros abajo. Me das tu chamarra y guardo tus cosas. Y yo me pierdo en el dulce aroma de tu piel, una piel fresca y un aroma nuevo que acompaña tu acento encantador distinto al mío. Y me regañas por decir frases que no entiendes. Me tomas de la mano y en el estómago viajan seres de colores. Me encanta que me amenaces con dejar la ciudad y que tú mismo respondas que es broma. Me encantan tus ojos cafés y que creas que mis ojos son de otro color. Tu sabor de dulce té se respira por el ambiente y me despido con un beso que promete verte el fin de semana. Me encanta la idea de tenerte a mi lado y saber que caminaremos bajo la luz de la luna en otra noche llena de luciérnagas.

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