
El fin de semana de cinco días terminó. He recogido mis maletas y he vuelto a casa. Me siento demasiado triste porque después de estar en mi paraíso terrenal fui escupida a las labores propias del lunes. La nostalgia me invade y el deseo de volver a regresar me tortura constantemente. Extraño el manto cálido de unos brazos que prometen ser míos eternamente; extraño nuestras caminatas por las tardes acompañados por Hannibal; extraño despertar como la bella durmiente, incluso extraño dormir entre los maullidos y ronroneos de los gatos. Estoy demasiado triste para contarlo. Este lunes no me ha venido nada bien. He tenido que ir a mi trabajo –que por cierto odio por no ser el trabajo deseado-, he retomado las labores académicas y he escrito una tesis llena de rostros. Mi madre sigue de vacaciones, y la señora que nos ayuda en el quehacer se ha enfermado, por lo que este lunes me he visto obligada a ocuparme de las labores de un hogar que no es mío: he lavado la ropa y los trastes, he cocinado para mi padre y para mí, incluso ya quité las arrugas de la ropa diaria. Estoy demasiado triste para contarlo, pero te extraño, te extraño como nunca. Extraño el fin de semana de cinco días a tu lado, las risas y cosquillas. Quiero volver, quiero tener otro fin de semana de cinco días, un fin que dure toda la vida. Estoy demasiado triste para contarlo…el lunes llegó y mi fin comenzó.
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