
Tengo mucho café en las venas, y entre más café más nerviosa y más insoportable. La exposición de Madero se retrasa constantemente, no me preocupa el retraso mientras me sigan pagando, me preocupa que el estrés se apodere de mí, de R. Casanova y de Rueda. Tengo mucho café en las venas por lo que ahora tomo un té chai acompañada de Anaïs Nin mientras espero a la terrorista de Tessy y a la ochentera de Chai en un café de Michoacán cuyo nombre coincide con el té y con el apodo de mi amiga. Tal vez, a mi único lector no le importe en dónde carajos estoy como a mí no me importa dónde carajos está el resto de la gente que hace su check in en el feis y en el tuiter.
Pero a pesar del retraso de la exposición, todo marcha en orden. Logré sacar la póliza de seguro para poder hacer el acopio de obra. Eso me tiene bastante relajada. El clima en esta ciudad va mejorando. Por fin respiro los olores maples de mi estación preferida y Reforma se pinta de naranja cempasúchil. Me encanta esta época del año porque la gente camina bajo el sol con botas y bufanda; hace frío y calor, bipolaridad perfecta (como mi estado anímico). A pesar del estrés, del coraje provocado con la secretaria de relaciones exteriores y mi acta de nacimiento, de las ganas de tirar la toalla, de mi hermano que me habla todo el tiempo para pedirme dinero, de saber que el amortz tarda en tocar a mi puerta o si llega se va, realmente, este clima me pone de buenas. Me entusiasma la idea de beberme el otoño en bocanadas de sueños y nubes de ilusiones. El lunes Madero me espera con nuevas postales y una visita a la cámara de senadores; ardillas en mi oficina-castillo y un beso al aire para un desconocido.
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