jueves, 4 de agosto de 2011

Junio-Julio

He disfrutado cada partícula de aire que me han regalado junio y julio. Si bien, no han sido los mejores meses del año, me han traído noticias afrutadas, llenas de altos y bajos, de tés vainilla y sonrisas caramelo. Vivo la mitad de mi día en un castillo dentro de un bosque en Chapultepec y como manzanas enchiladas en medio de charlas con Salvador Rueda. Todos los días me enamoro de un ángel dorado que se encuentra en Reforma cerca de Diana y disfruto de los niños comprando helados de fresa y congeladas amarillas. Extraño Santa Fe y los recorridos por los pasillos y jardines de mi universidad llena de ladrillos.

Junio y julio me regalaron amigos nuevos, partidos de fútbol, visitas al médico, noches en el hospital con una madre enferma, sueños envinados con mi artista y las ganas de darle un beso mermelada, horas y horas en archivos y bibliotecas, una que otra lágrima, una fiesta con amigos que prefieren bailar con personas de su mismo sexo, noches en el imperial y tardes de té, ilusiones, música nueva y una lectura de café.

Han sido días difíciles. Espero con ansias los destellos mágicos del otoño y la llamada a mi puerta de melodías nuevas. Guardo en mi almohada un par de libros de mi artista y la esperanza de verlo en mis sueños para escribir su nombre en mi oído y tatuar mis besos sobre su espalda. Le pido al hijo de un dios por la tranquilidad de mi madre y borre el dolor de su cuerpo ya marchito. Acomodo guiones para una exposición y escribo un tanto para mi único lector…

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