Como una droga en el cuerpo sentí
la tormenta de sus manos sobre mi pecho. A lo lejos, una respiración en cortes
metalúrgicos interrumpía el silencio ensordecedor. Su lengua traspasaba mi
humedad y se enredaba en el baile de caricias, una tras otra ¡Maravillosa
sensación de deslizamiento etéreo! Sentí
en mi pecho una oleada de deseo. Mi cuerpo se entregaba a la penetración de sus
manos, mientras sus besos encendían la sangre magnetizada por un sueño. Miles
de vibraciones, sutiles exaltaciones, sensaciones que recorren la cabeza y
terminan en la planta de los pies. Juego de seducción. Una mirada que inquietó
mi estado tropical. Por un instante sentí su deseo, firme, vigoroso,
seductoramente exótico. De nuevo un beso, chispeante, mortal. Su cuerpo junto
al mío. El fuego de su veneno inundó mi vientre y el aire se volvió azul a
nuestro alrededor. Danza mística de dos cuerpos recorriéndose, reconociéndose,
componiendo una melodía nueva. Cálido aliento en la piel. Ráfagas de
sensaciones meteóricas. Enredada en un mar de deseos descubrí que tus ojos estaban
en otro planeta, un espacio distante; tu voz era un susurro inalcanzable, cadencia
que lastima las notas de tu recuerdo. Saberte un sueño. ¡Qué triste que estés
tan lejos!
lunes, 2 de julio de 2012
domingo, 27 de mayo de 2012
Retomando un poco
Patricia Eichert
Hace mucho tiempo abandoné este
espacio por distintas razones. Sin embargo, empecé hacer lo que jamás creyeron que podía hacer:
mantenerme de lo que escribo. Una persona, que dejó marcada mi vida, me dijo
que era pésima escribiendo. Ahora escribo 20 notas a la semana para el portal
web de una revista: Fahrenheit. Pero retomando el tema principal, y un poco
actualizando la situación, dejé este blog por varias circunstancias. En primer
lugar la falta de tiempo, en segundo lugar movimientos constantes en mi vida.
Movimientos que no dejan que mi vida se acomode en paz, movimientos que impiden
que alcance el tope de la felicidad, o ¿será que lo que vivo es el tope de la
felicidad? Extrañamente, mi vida se acomoda y desacomoda desde que, hace más de
un año, alguien volvió polvo de hormiga mi alma, mi mente, mi corazón. Desde
ese día, y no precisamente por esa persona, siento que las cosas no han ido del
todo bien. Tal vez, desde ese día, desde ese instante, desde ese momento inicio
mi etapa de madurez; esa circunstancia
me lanzó a la edad adulta. ¡Qué difícil ser adulto! En ese momento me di cuenta
que mi madre estaba cada vez más enferma, que mis familia tenía muchísimos
problemas, que mi vida sentimental estaba en medio de un crucigrama sin
respuestas, que mi optimismo fingido no me daba abasto, y que poco a poco me
iba desmoronando. Con los meses llegó mi trabajo de ensueño, por un tiempo mi
oficina estaba en frente de un bosque en mi amado Castillo de Chapultepec.
Desafortunadamente, y para colmo de mis males, lo único que me mantenía con un
pedazo de alegría terminó en diciembre del año pasado. Por momentos, pensé que
si había empezado mal el año, éste tenía que terminar mal para que pudiera
empezar bien el otro. Sin embargo, llegaron dos noticias que me dejaron sin los
polvos de hormiga que me quedaban. Mis padres dejaron este mundo en menos de un
mes, dejándome a cargo de una casa que es muy grande costear para mí, y que ha
traído interminables problemas, toma de decisiones, y muchas consecuencias.
Así, mi año que terminó gris, dio paso a un año que empezó completamente
obscuro. Aún no me repongo de este par de ganchos al hígado. Y del golpe al
corazón, ni hablar. Las ilusiones en mi vida van y vienen, al grado que hoy
estoy cansada de tanto pelear por algo que estoy segura no llegará. No me gusta
decirlo, pero creo que después de lo que me ocurrió con la persona que creía el
hombre de mi vida, no me he podido levantar del todo bien. No es que lo
extrañe, para nada, simplemente aún tengo mis reservas, me entrego de tal
manera que constantemente salgo lastimada. Y el problema no es la entrega, sino
a quién decido entregarme, tal parece que siempre busco, apropósito, a la
persona incorrecta. Empecé por ilusionarme con un artista que sabía le daba su
cuerpo y alma a cualquiera, después conocí a alguien que sabía se iba a ir del
país, después, conocí a un mesero que sabía que por sus complejos no iba a
estar a mi altura, y ahora, estoy buscando un poco de Kola-Loka para pegar lo
que un hindú ha ido poco a poco destrozando. Caray, creo que necesito ir al psicólogo.
Aunque por el momento, recordé, que escribir en este espacio es tan
reconfortante como sentarme un sillón para berrear mis penas.
Etiquetas:
Bebidas amargas y otros cuentos
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