domingo, 21 de agosto de 2011

La vida es cruel, la gente cabrona y las esperanzas estorban

Goya

Desde que nací, me di cuenta que la vida no siempre es color rosa. Siempre supe que hay golpes que ni con mertiolate cicatrizan. Mi padre me enseñó que los cuentos de hadas nunca terminan en un final feliz. Sin embargo, a pesar de tanto madrazo que me ha tocado vivir, he intentado darle la mejor sonrisa a la vida Los que me conocen saben que me molesta trasmitir cosas negativas. Pero hay momentos en los que mi mood de sunshine forever llega a su límite y la nubecita que me persigue a diario se instala en mi arcoíris de extrema felicidad. Mis twitts, cómo dicen Minerva e Iván, son poético-dramáticos. De cierta manera, yo soy poética-dramática, tal vez bipolar: unos días la sonrisa me acompaña de oreja a oreja y otros días me encierro en mi ciclo de tormenta tropical.

Estos días los he vivido dentro un carrito de feria. En el trabajo todo bien, todo mal. El estrés, las listas de obra, los errores por mi distracción colectiva, el odio-amor por Madero, la felicidad de trabajar en un castillo en medio de un bosque y las ganas de llorar mis frustraciones por falta de experiencia laboral han acompañado con té amargo esta semana. Con los amigos he reído hasta llorar y he llorado por la traición de alguien que sabía me iba a traicionar. He bebido mezcal y en Raquia Serbia he mojado mis penas. He tenido charlas fantásticas con alguien que sé perfecto para mí pero que unas semanas se mudará a otro país. De la felicidad a la tristeza me he tomado un café Toscano con Danielito. Del amor al odio he pasado un millón de veces. Mi artista me ha cancelado un par de encuentros. De aquel hombre que se va sólo me queda la tristeza de saberlo fugaz. De mi familia se espera un divorcio, mi madre unos días bien unos días mal, con mi padre se vive el cuento de nunca acabar.

Me deprime saber que en unas horas exhumarán el cuerpo de mi amiga Mabel y lo trasladaran al panteón Francés. Me alegra saber que una par de horas estaré jugando fútbol. Me deprime saber que mañana es lunes y tendré que trabajar a marchas forzadas. Me alegra saber que mañana es lunes y que en la semana iré a mi calle favorita en la Roma con Isaúl. Me deprime saber que él se irá a Estados Unidos en dos semanas. Me alegra saber que tendré dos semanas para perderme en sus ojos negros y que algún día los volveré a ver. Me deprime saber que he tenido que romper las ilusiones que me hice respecto a mi artista (él es maravilloso, pero él no es para mí). Me alegra saber que mis sueños siguen siendo sueños y, que tal vez, algún día mi artista decida quedarse en el centro de mi planeta. Me deprime saber que la vida es cruel, la gente es cabrona y las esperanzas estorban. Me alegra saber que la vida es cruel, la gente cabrona y que las esperanzas estorban.

jueves, 4 de agosto de 2011

Junio-Julio

He disfrutado cada partícula de aire que me han regalado junio y julio. Si bien, no han sido los mejores meses del año, me han traído noticias afrutadas, llenas de altos y bajos, de tés vainilla y sonrisas caramelo. Vivo la mitad de mi día en un castillo dentro de un bosque en Chapultepec y como manzanas enchiladas en medio de charlas con Salvador Rueda. Todos los días me enamoro de un ángel dorado que se encuentra en Reforma cerca de Diana y disfruto de los niños comprando helados de fresa y congeladas amarillas. Extraño Santa Fe y los recorridos por los pasillos y jardines de mi universidad llena de ladrillos.

Junio y julio me regalaron amigos nuevos, partidos de fútbol, visitas al médico, noches en el hospital con una madre enferma, sueños envinados con mi artista y las ganas de darle un beso mermelada, horas y horas en archivos y bibliotecas, una que otra lágrima, una fiesta con amigos que prefieren bailar con personas de su mismo sexo, noches en el imperial y tardes de té, ilusiones, música nueva y una lectura de café.

Han sido días difíciles. Espero con ansias los destellos mágicos del otoño y la llamada a mi puerta de melodías nuevas. Guardo en mi almohada un par de libros de mi artista y la esperanza de verlo en mis sueños para escribir su nombre en mi oído y tatuar mis besos sobre su espalda. Le pido al hijo de un dios por la tranquilidad de mi madre y borre el dolor de su cuerpo ya marchito. Acomodo guiones para una exposición y escribo un tanto para mi único lector…